Asumo los hechos. Pero antes, aclaro: asumirlos no significa que los acepte de buen grado (¿buen grado? qué tipo de mente habrá inventado esa pantomima y puéstola en boca del pueblo) ni madurez de mi parte ante ellos. Los asumo. Fin.
Nací en el octavo mes del gregoriano. Y este año, Augusto me cortejó regalándome una vela más a esa torta que no como. No porque no me gusten las mujeres, es que desde mi edad cero antipatizo con lo dulce en extremo. Empalago, puaj. Así que literalmente nunca comí torta, ni en mi cumpleaños, ni en otros (tampoco ninguna fémina, es cierto).
Y pasa algo. La gente que me rodea enloquece (la RAE es bastante generosa en la definición de este verbo) con la cuestión de los años. Bah, no sólo quienes me circundan, todo el mundo cae en la fiebre de la (ya no tan) joven edad. Y yo ni mú. Apenas sorprendida y vaca ajena a esa conducta, tan natural y propia de nuestra especia. Lo asumo. Fin.
Agosto, perra.
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