El día que llegué de mis vacaciones (día que no comí durante todo el mismo, porque no pude salir de mi casa, y no fue por no tener llaves ni nada de eso) me dirigía hacia la ventana que da sobre avenida Italia para ver que había estado sucediendo ahí mientras estaba en otro lado radicalmente diferente. Llegando a la pileta/mesada que se encuentra debajo de la ventana miro el piso, al lado de la cocina, una cucaracha, grande, patas para arriba (según la idea de “arriba y abajo” que no nos fue incrustada en el cráneo al igual que ideas como que no se puede robar o matar, etc.).
Me simpatizó, verla allí, no me molestó que estaba muerta, todos nos morimos, de a ratos, de golpe, y de varias maneras más. Y bueno, ella estaba muerta, allí, tirada, justo en el espacio que queda entre baldosa y baldosa.
Estuvo no se cuantos días, yo no la saqué, obviamente, me gustaba tener compañía en el desayuno-almuerzo-merienda (4pm) de esos días.
Todo se acaba, el tarro de mayonesa (paréntesis dedicado a Andrea), el espacio en la bolsa de basura, la tinta de la lapicera.. todo se acaba, irremediablemente. Tal y como los anteriores ejemplos, esto se acabó. Una tarde suenan las llaves en la cerradura, -llegó la persona que vive conmigo- pensé, -no voy a hacerles una descripción de esa persona- pensé, ahora.
Al rato paseaba por la cocina tomando un vaso de agua, me senté en un baquito, apoyé un brazo sobre el mantel a cuadritos verdes que cubre la mesa y miré la pared. Se abre la puerta de la cocina..
–Hola Eduvijes / - Hola Guatimbolo
Luego de esa profunda y prolongada charla de vaivén caracterizada por un dialogo despojado de clichés y banalidades se hizo un silencio de voces y pasaron a primer plano los ruidos que cada uno hacía (vaso contra mesa, agua por garganta, pasos de tacos aguja, tacos mexicanos reventando adentro del microondas) y el hermoso sonido de los millones de ómnibus y maquinas gigantescas siderales llenas de luces de colores que nunca fueron vistos antes ni después, que pasaban por avenida Italia. Hasta que..
-¿Y esta cucaracha?
-Si
-¿Por qué no la sacaste?
-No me molesta, es más, creo que la quiero.
-Sos tonto
No me acuerdo si contesté a su piropo, creo que no, y si le contesté no recuerdo. La cosa es que hasta Allí llegó la vida de la cucaracha, no hasta que estiró la pata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario